The name Lizardo Díaz may not bring back many memories, but Felipe, Emeterio’s inseparable partner in the comedy-musical duet Los Tolimenses, does. With testimonies from him, his family and friends, “Lagunas de la memoria” reconstructs the story of this emblematic man for radio, television and cinema in Colombia.
Fragment in Spanish
Lizardo Díaz, por cuarenta años una de las más grandes figuras de la radio, la televisión y el cine colombiano está enfermo y en ocasiones se le olvidan las cosas. Ya no puede bajar ni siquiera al primer piso de su apartamento, donde los ventanales grandes inundan de luz la sala. La enfermedad que lo atormenta, la que guarda su familia como un secreto y que algunos de sus amigos aseguran que afecta su memoria se hace hoy más fuerte. Pero hacerse más viejo o morir no es lo que le preocupa. Parece que lo perturba saber que cuando deje este mundo, todo lo que hizo se quedará en el olvido.
Preguntar por Lizardo Díaz no le dice mucho a la gente. No es lo mismo cuando pregunto por ‘Felipe’. –“A el de Emeterio. El de Los Tolimenses. Ellos sí que hacían reír”, me responden algunas personas que valga aclarar, ya están entradas en los 40 años. Esto no es un secreto para Lizardo, quien siempre explica que él no se llamaba Felipe y Emeterio tampoco era el nombre original de su compañero Jorge Ramírez. –“Nosotros éramos más famosos que Garzón y Collazos y mira, ahora ellos si que son conocidos, en cambio nosotros…”, fueron palabras que quedaron rondando en mi mente.
Esta amnesia colectiva de los colombianos no sólo la percibe Lizardo. “Yo prefiero y de verdad que me gusta mucho que estos homenajes se los hagan en vida a mi papá, porque ya muerto para qué, no sirve de nada”, me dice Patricia Ércole su hija menor, una de las más reconocidas actrices del país a quien no asocian con su padre porque lleva el apellido materno.
El ahora anonimato de Lizardo hizo que fuera toda una hazaña encontrarlo. Sin embargo después de una larga pesquisa, cuando menos me lo esperaba alguien contestó el teléfono. Era la voz temblorosa del hombre que parecía un mito y ahora se volvía realidad. Tuve que repetirle varias veces el motivo de mi llamada, porque a sus oídos ancianos les resultaba difícil escucharme. –“Raquel, es una niña de la Javeriana que quiere entrevistarme”, le escuché decir en su casa. Finalmente, Lizardo dio un sí a mi propuesta de indagar sobre su vida y se concretó la cita. Miércoles, a las tres de la tarde en su casa.
Tathiana Sánchez, Lagunas de la Memoria, 2008